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YA L@ PERDÍ, ¿AHORA QUÉ SIGUE?: La experiencia del duelo


Las pérdidas, de seres u objetos valiosos en nuestras vidas, suelen ser muy comunes. Todos en algún momento nos hemos enfrentado a la ausencia de una persona amada pues, querer a alguien, conlleva tomar el riesgo de posiblemente perderle. El duelo es una reacción emocional normal que se presenta ante el dolor cuando un vínculo se rompe. Este proceso es individual, se vive de diferentes maneras y es cambiante.


El contexto de la pérdida influye en gran medida para vivir nuestro duelo, es decir, si se cuenta con redes de apoyo (familia, amigos, conocidos), si la persona cuenta con buena salud mental, el medio de la pérdida (accidentes, enfermedades, suicidio, desapariciones), si se vivió de forma violenta o fue una enfermad de larga duración y el tipo de relación que se tenía, ya sea una pérdida amorosa (noviazgo, divorcio), o del rol en la familia o sociedad (madre, padre, hijos, hermanos, abuelos, amigos).


Un duelo sano tiene una duración de 12 meses aproximadamente, de otra forma se considera un duelo mal manejado o persistente. A pesar de que los duelos son personales y cambiantes, según el contexto de la pérdida, diversas investigaciones concuerdan en que la mayoría de los dolientes pasan por las mismas etapas durante el duelo. A pesar de que existen multitud de clasificaciones de las etapas del duelo, Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra experta en temas de muerte y duelo, propuso 5 etapas al vivirlo:



1. Negación

Esta etapa no significa que no se sepa que la persona querida haya muerto, sino que es la sensación de no creer lo que está sucediendo. Al iniciar esta etapa se vive el shock de la muerte, podemos quedar paralizados o aparentemente insensibles. Se escuchan frases como “no puedo creer que se haya ido” o “no puedo creer que ya no vaya estar en casa”, se cree que en cualquier momento el ser querido entrará por la puerta o que sólo está de viaje. La negación nos ayuda a “amortiguar” el dolor, a aliviarla un poco.


2. Ira

La ira sólo se vive momentáneamente y se acompaña de tristeza, frustración y soledad. Se puede manifestar de varias formas:

  • Rencor hacia el ser querido por no haberse cuidador mejor o por haberse ido.

  • Enojo hacia sí mismo por no haber estado con la persona o no cuidar de ella.

  • Enojo dirigido hacia los que estuvieron cerca y “no hicieron nada”.

  • Cuando se trata de una enfermedad se puede culpar al personal médico e incluso a alguna deidad en la que se tenga fe (dios, la vida, etc.).

3. Negociación

En esta etapa aparecen los “ojalás” o “hubieras” que inducen a la autocrítica y a creer que pudimos hacer las cosas diferentes. Intentamos vivir como antes de la pérdida, librándonos del dolor y fingiendo que no está más. Antes de la pérdida se buscan formas para que nuestro ser querido no se vaya, “dios, no volveré a pelar con mi hijo si dejas que se quede” o“si él mejora prometo ser mejor persona” son frases usuales en la negociación, y durante el duelo sucede igual con los “ojalá, ojalá, ojalá”.


4. Depresión

Cuando se habla de depresión, no se refiere como tal a un trastorno del estado de ánimo, sino que la tristeza y sensación de vacío es más intensa, en ocasiones pareciera que esta etapa no se superará. Se pierde la motivación por las cosas de la vida cotidiana, se pueden alterar los hábitos del sueño y apetito, nos podemos sentir aletargados, sin ganas de levantarse, sin embargo, es una etapa necesaria y normal.

Kübler-Ross mencionaba que la única forma de salir de la tormenta era atravesándola.

5. Aceptación

En esta última etapa se reconoce la pérdida física de la persona y se admite esa realidad. En ocasiones lo podemos confundir con una sensación de bienestar temporal, o con dar por hecho la situación, sin embargo, la aceptación es una etapa más compleja, conlleva una readaptación recordando, sintiendo y reorganizándose.

La ira hacia otros y hacia sí mismo se ha ido, resignificamos la pérdida, aprendemos a vivir con ella, recomponemos las piezas que se fragmentaron, agradecemos lo vivido, aceptamos que habrá días buenos y malos tomando lo mejor de ambos. Sabemos que no se remplaza lo perdido, pero podemos establecer nuevos contactos.

Las etapas no son fijas, se pueden vivir en desorden, habrá a quién le sea más complicado salir de una etapa que de otra y quién pueda llegar a la aceptación con facilidad. Lo importante es vivir nuestros duelos y no huir de ellos, verlo como un visitante incómodo temporal y aprender de ello, buscar ayuda de familiares, amigos o profesionistas para que este proceso sea más sencillo.


Lo importante es intentar reinsertarnos a nuestra cotidianidad y seguir trabajando por una vida plena, productiva y saludable.


Psic. Karla Quintero

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