Los adultos mayores son símbolo de sabiduría, protección y preservadores de las tradiciones, sin embargo, continúan siendo víctimas de discriminación, aislamiento social, maltrato y abandono. Se trata de una población en incremento la cual se deja de lado por las diversas vulnerabilidades que biológica y socialmente presentan. Se presume que el 10% de la población en México es de adultos mayores; por otro lado, la Organización Mundial de la Salud menciona que, en 2018, 1 de cada 6 adultos mayores de 60 años sufrieron algún tipo de abuso y sólo se reporta 1 de cada 24 casos de maltrato.
El maltrato hacia los adultos mayores se considera como cualquier acto aislado o repetitivo dirigido hacia el adulto mayor por parte de la persona de la que se espera confianza. El 90% de las personas que infligen el maltrato son familiares directos, aunque esto también puede ocurrir en centros y establecimientos institucionales como residencias de la tercera edad, clínicas, hospitales y otras instituciones públicas.
¿Cuáles son las caras del maltrato?
El maltrato físico es, desgraciadamente, el tipo de violencia más evidente, debido a las lesiones leves o graves que un adulto mayor puede presentar. Estas van desde empujones, patadas, golpes, hasta la incapacidad permanente o el agravamiento de alguna enfermedad que ya se padecía. Dentro de este maltrato también se encuentra la omisión o mala administración de medicamentos.
En ocasiones, la violencia no deja secuelas físicas, pero sí emocionales las cuales se considera como maltrato psicológico. Estas las encontramos en forma de desvalorizaciones, amenazas, chantaje emocional, acusaciones, infantilismo (tratar como si fueran niños), presión verbal, humillaciones y asilamiento social, por ejemplo, limitar el contacto con otras personas, participar en determinadas actividades o en las decisiones familiares; intimidación o intento de estas mediante miradas, gestos o movimientos violentos que buscan generar temor o sometimiento. Generalmente el maltrato psicológico o afectivo no se detecta a menos que éste conlleve un maltrato físico, además, por las mismas particularidades de este tipo de violencia, las victimas justifican el maltrato recibido, ya que se etiquetan como “una carga para la familia o para el cuidador”, piensan que “no hay otra opción” o simplemente temen de las represalias.
Una manera más de detectar la violencia son las agresiones de tipo sexual de las cuales son silenciadas por la sociedad, la familiar o la misma víctima, muchas veces por la vergüenza que estas agresiones les genera. Pero cada vez es más común conocer casos donde se realizan actos sexuales sin consentimiento del adulto mayor, sin importar si la persona padece alguna condición física o mental que lo vuelva aún más vulnerable.
Por otro lado, es común que el adulto mayor no cuente con un ingreso económico estable o suficiente para cubrir sus necesidades básicas. Sin importar si cuenta o no con este ingreso, gran parte de la población de adultos mayores se enfrentan con el expolio económico que sus familiares o conocidos ejercen en él, ¿Qué significa esto? El adulto es despojado de sus bienes como casa, auto, dinero, joyas, pensión y otras pertenencias de valor sentimental.
La persona responsable del adulto mayor puede deslindarse parcial o totalmente de brindarle los cuidados necesarios. Por lo tanto, el abandono y la negligencia son considerados como un tipo de maltrato. Aproximadamente el 20% de la población experimenta la soledad y el abandono social, en un entorno de estrés y violencia.
¿A qué nos enfrentamos?
Hemos visto que el maltrato tiene diversas caras, es decir, diferentes maneras de presentarse en esta población. Nos enfrentamos con estigmas sociales, etiquetas y prejuicios sobre lo que antes llamábamos vejez, la sociedad se vuelve deshumanizada y poco empática provocando que el maltrato de normalice, aumentando la tendencia a la ansiedad, depresión, sentimientos de pérdida de la confianza, dignidad y esperanza.
Y ahora ¿qué nos toca hacer?
Como sociedad podemos volvernos grandes observadores y detectar los indicios del maltrato en nuestro entorno para poder reportarlos a las autoridades pertinentes.
Como adultos mayores, mantener contacto con amigos y familiares, buscar otras redes de apoyo como grupos de ayuda o centros comunitarios, buscar ayuda profesional.
Como familiar o cuidador, practicar conductas que reduzcan el estrés, pedir ayuda a otros familiares, amigos o servicios sanitarios, tomar descansos, buscar guía profesional.
En IBIPSI nos preocupamos por que los adultos mayores y cuidadores reciban y brinden un
trato digno y adecuado para conseguir una vida plena, productiva y saludable.
Psic. Karla Quintero
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